El último momento del verdadero espadachín negro.


Creo firmemente que la calidad de Berserk como historia ha disminuido mucho con el tiempo, argumentalmente no sé a dónde apunta y la presencia de Isidoro aun me molesta, sin embargo no puedo hacer más que alabar a la manera en la que se ha llevado en el pasado, con sus ilustraciones espectaculares y sus momentos grandilocuentes que son un deleite, todo esto empujado por Guts, un personaje tanto interesante como atractivo que es la definición de monstruo, ver a semejante hombre que puede pelear contra decenas él solo nos abre un camino a la empatía de ver que los fuertes también lloran, Guts es más que un musculo gigante, es un joven herido y sentimentalmente vulnerable, o lo lastiman, o se lastima, y a base de malentendidos o fuerzas ajenas a la voluntad humana termina perdiendo todo en no solo una ocasión, Guts es quizás una máquina de matar y aun con eso necesita afecto para olvidar todo su violento ser.

No soy de escoger favoritos, pero si tuviera que elegir una parte favorita en todo Berserk es por mucho El arco de la Convicción: los niños perdidos.

Tras el eclipse los rumbos en Berserk son inciertos tanto para el espectador como para los personajes, desde ya nosotros sabemos qué va a ser de Guts pero sin esfuerzo notamos que lo que sabemos que sucederá es un punto muerto en su vida, cegado por la venganza y el despecho no necesitamos tantas pistas para darnos cuentas que retomará su camino de odio y autodestrucción, no sin antes que la perdida lo aplaste.

Son apenas un par de capítulos la transición que necesita y en tan poco se marca que Guts nunca va a ceder a su destino siendo que es lo que hace desde que puede empuñar un arma, nadie puede ni va a vencerlo.

Empezando dando una ojeada al mundo lejos del abrigo del halcón volvemos a ver que los débiles la pasan mal, una chica secuestrada por unos bandidos que no la violan solo porque quieren ganar un par de monedas más, en medio de la noche en un campamento mientras charlan al respecto de historias de fantasmas y las torturas de una tribu primitiva que se hace realidad frente a ellos sumado a la presencia del espadachín negro, un hombre muy grande cierto, pero para los ajenos a sus hazañas uno no puede contra tantos, triste error que cometen al meterse en su camino.

Tras una pelea salvaje que concluye con momentos tan pesados como que Guts declara: "Es la primera vez que veo el sol en 3 días" sumando de apoco lo que viene después, que aquel monstruo vuelva abrirse a alguien.
Sabemos que Guts pasó dos años solo y unos meses en compañía de Puck, que si bien aún no lo tolera pues no trata de matarlo y es lo único que impide que se vuelva loco (y qué cerca está de ello), entonces aparece Jill, una adolescente que no parece tener más de 14, apunto de ser asesinada por bandidos y rescatada por Guts, de buenas a primeras no parece un personaje interesante, es pobre y, bueno, en Midland las cosas son como son, si no mueres de hambre o por bandidos terminas como croqueta para monstruo, sin embargo, Jill tiene algo que hace que el mismísimo Guts se replantee su soledad visión acerca de vivir; presumiblemente atacada sexualmente y frágil pero no inútil, Jill a lo largo es un ancla, una niña todavía, nuestro poderoso espadachín siente ternura y afecto por los niños porque sabe que son débiles pero no porque quieren, al mismo tiempo es Jill una poderosa influencia en Guts y viceversa, momentos en los que ella se acurruca en la capa de Guts para tener fuerza o que logre atravesar la infranqueable defensa del mismo mientras duerme para ella quedarse dormida con él y casi al final del arco un grito que es capaz de hacer que un predador tan majestuoso y horroroso como lo es el guerrero se detenga, es un personaje que hizo al Guts que vemos ahora, piadoso y amable, fue Jill quien prendió un corazón que para ese entonces todos creíamos apagado irremediablemente.



Pero volviendo al asunto que suele hacernos terminar leyendo esta obra, una vez más Guts será transportado a varias peleas crueles y sanguinarias que nos hacen dudar si no estamos viendo a una abominación más, preparado e inconsecuente no teme a lastimarse en el proceso de pelear contra cada alimaña que se cruce en su camino, pero esta vez supera la noción tan espectacular y bien ilustrada, es algo personal porque parte de la pelea involucra matar a niños, que si bien inocentes representan problemas y cuyo estado es irreversible, dejando a nuestro cuestionable héroe en una posición en la que si quiere acercarse a su objetivo tiene que seguir bajando en su deplorable condición aunque eso signifique romper su alma en el proceso.

Haciendo un pequeño paréntesis, según Miura, la figura de los apóstoles no son meros monstruos, son gente que ha llegado al peor punto de su vida y ante el deseo fuerte de sobrevivir han dejado su humanidad, no por cambiar su biología, sino por sacrificar a gente que aman con tal de continuar, es ahí donde el apóstol se transfigura a un ser trágico, un humano despojado de sus sentimientos por rebajado a un animal que solo quiere zacearse; Rosine, el apóstol a vencer en este arco se hace llamar Pirkaf en honor a una leyenda, cuando humana Rosine, amiga mayor de Jill, era una señorita que creía firmemente en las hadas y su la leyenda de Pirkaf, un niño que es reconocido por las hadas como uno de ellos, en algún momento de sus travesuras encontró un behelit y para volverse un hada ofreció a sus padres en sacrificio, ya la habíamos visto antes y como a cualquier otro apóstol solo le interesa su deseo egoísta, secuestrar niños y volverlos hadas en un proceso atroz que solo se revierte cuando el hada en cuestión muere, y al mismo tiempo, estas hadas son (de manera "inocente") hostiles ante adultos y en sus juegos entre ellos en los que incluso se desmiembran, escenas aterradoras tanto en concepto como en concepción; Rosine no lo hace por maldad, cree que lo que hace es salvar niños de un mundo que aplasta sueños sin que nadie lo detenga.


Durante su pelea con Guts, Jill vuelve a formar parte importante del conflicto, ambos por más sádicos que sean en medio de la pelea se detienen o se dejan herir de gravedad con tal de que Jill se salve.

Este arco trata la tragedia con particular atención, todos sufren sin final feliz, Rosine no es mala tal cual, muere tratando de ser feliz, tras descubrir que los elfos existen, pensando en qué cenaría esa misma noche con sus padres, Jill pierde a su amiga, ve que lo suyo es poco al lado del infierno que acecha en cualquier sombra y no puede huir con Guts de quien está convencida que puede llevarla lejos de la vida que desprecia, y Guts sigue, vive, le duele, tiene los huesos rotos, está lleno de barro, sangre, vísceras de niños que ha matado, y no acaba, lo persiguen, no va a poder dormir por días, va a seguir peleando y muy seguramente va a morir solo en una zanja en un rincón olvidado, porque después de todo lo que hizo vive en un mundo donde nadie llora por gente como él o Rosine; visto de manera superficial es un deleite contemplar peleas así, pero de cerca es una de las historias menos agradables por sus conceptos más que por sus imágenes.

Esta parte por supuesto no es el final de Berserk, el final del arco evoca un momento conmovedor, Guts no está perdido, muy mal, pero aún tiene esperanza y puede sentir, dejar a Jill lado no es porque sea malo o se preocupe por ella, en ese justo momento entiende que si arruina su vida no tiene el derecho de arrastrar a nadie con él, incluso contra todo pronóstico vemos al oscuro caballero dando ánimos a alguien para que se esfuerce en vivir, sin decirle de frente que lo haga, mientras desaparece en la oscuridad deja en claro que cada quien tiene su propia lucha y aunque Jill está confundida, a la vez que este arco inicia con Guts viendo el sol por primera vez después de tres días concluye con Jill viendo que la niebla se despeja.

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